jueves, 15 de marzo de 2012
¿Quién lo habría imaginado? Encontrar poesía en aquel lugar, donde tantos veranos había buscado debajo de cada piedra, de cada brizna de hierba. Cada casa encalada, y cada mujer hermosa. Pero todo aquello que buscaba no llenaba aquello que quería realizar, tal vez demasiado frívolo para mis expectativas, o tan llamativo que me cegaba la vista. El cielo encapotado, giramos a la izquierda y mi padre me dice “limpia las alfombrillas mientras yo cojo la tarjeta”. Limpia las alfombrillas. Me acerco a una verja que desemboca a las vías del tren. El aire corre y a veces huele a orín. Sacudo las piezas de textil sintetizado mientras en mis auriculares Los valientes de McEnroe me traspasan el alma. El coche se empieza a lavar. No hay nada que decir. El agua que cae hacia el metal grisáceo no llega a salpicarme. Mi padre se enciende un cigarrillo, para pasar el tiempo. Disimular, como todos los humanos. Así que yo, para pasar el tiempo, me siento en un bordillo de una pared encalada. Es un muro que da a una alfarería abandonada. Siempre nos asomamos ahí, y vemos la hierba crecer, como la ruina come cada cimiento de aquel lugar. Miro las marquesinas que se utilizan para limpiar los vehículos a mano. Pienso en aquel lugar, tan gris, tan atemporal. Pienso que era el lugar que tanto me había empeñado en buscar. Destila poesía por cada poro de su metálico esqueleto. El lugar es tristeza en sí. Nadie sonríe demasiado allí, sin ninguna buena razón quiero decir. Es un paso continúo, un lugar pseudo peligroso y tan aburrido, que la humanidad no se da cuenta de que en cada renglón se encuentra belleza valorada en poemas y poemas épicos. Pasa el tren. Rápido. Inclinándose hacia nosotros. Vibra el suelo. En el vehiculo no va apenas nadie, y las luces amarillentas reflejan la soledad de los asientos grises. Echo en falta mi cámara y encuadro el paso del tren y las marquesinas. Viento. La máquina para lavar los coches empieza el secado. Potencia máxima. Un invento curioso el lavacoches. Me quedo observando aquel lugar, a veces mojado, a veces vibrante y siempre triste. Poesía. Mi padre se acerca a mi y me dice “coge las alfombrillas y ponlas en el coche”. Se acaba el poema, rodamos por la carretera.
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La poesía está en todas partes. Suena muy tópico, pero es cierto. Cuando te pasas las 24 horas de los 365 días del año pensando en la poesía, te das cuenta de que no hace falta nada bonito ni nada feo, nada alegre ni nada triste, ni las sonrisas ni las soledades, para encontrar la poesía. La poesía está dentro de cada uno, lo que hay que saber es cómo sacarla.
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